“Se busca”: Cuando los valores se pierden y los hijos también

Por Amazona

Cada día, las redes sociales se inundan con publicaciones que hielan la sangre: fotos de adolescentes con la frase “SE BUSCA”, mensajes desesperados de padres y familiares que suplican ayuda para encontrar a un hijo o hija que desapareció sin dejar rastro. Sin embargo, al poco tiempo, muchas de estas historias concluyen con un hallazgo que, lejos de calmar la angustia, deja una nueva pregunta abierta: ¿Por qué se fue si no le faltaba nada?

En muchos casos, estos jóvenes no han sido víctimas de un secuestro ni de un crimen. Se han ido por su propia voluntad. Se esconden, se van con amigos, con parejas mayores, o simplemente se fugan buscando escapar de algo que duele más de lo que se dice: la ausencia de valores, de guía, de límites y, sobre todo, de un verdadero hogar.

Un hogar no es una casa

Tener techo, comida y acceso a una escuela no garantiza que un niño o adolescente se sienta amado, visto o escuchado. Vivimos en una época donde los padres están más ocupados que nunca: trabajando largas jornadas, pegados a sus propios celulares, intentando cumplir con todo… excepto con lo esencial: estar presentes emocionalmente.

Muchos jóvenes hoy crecen sin estructura familiar firme. No hay reglas claras, no hay consecuencias, pero tampoco hay conversación ni confianza. Se les da todo materialmente, pero se les priva del afecto genuino, del tiempo compartido, de la guía moral.

El espejo roto de las redes

Las redes sociales han amplificado este vacío. Ahí, los jóvenes encuentran atención inmediata, validación superficial, “likes” que sustituyen las palabras que nunca escucharon en casa: “te quiero”, “me importas”, “vales mucho”.

En estas plataformas también conocen personas que, muchas veces con malas intenciones, los llenan de promesas falsas: amor, libertad, comprensión. ¿Cómo no van a irse si sienten que en su propia casa no hay espacio para ellos? Lo que empieza como una conversación inofensiva en línea, puede terminar en una fuga, una desaparición voluntaria o algo peor.

¿Faltan valores… o falta amor?

Cuando hablamos de “falta de valores”, no se trata solo de que los hijos no respeten o no obedezcan. Se trata de una cadena que se rompe en casa: padres que no enseñan con el ejemplo, que no establecen límites sanos, que no conversan sobre lo que está bien y lo que no, que no están atentos a las señales de alerta.

La educación en valores empieza por lo básico: enseñar a decir la verdad, a respetar, a cuidar el cuerpo, a reconocer los propios sentimientos. Si esto no se cultiva desde temprana edad, después es fácil perder el rumbo.

La responsabilidad compartida

Es cierto que hay muchos factores sociales que influyen: la violencia, la pobreza, la hiperconectividad, la influencia de medios tóxicos. Pero también hay que reconocer que, como sociedad y especialmente como familias, algo estamos haciendo mal.

Los hijos no se pierden de un día para otro. Se van perdiendo en el silencio, en la indiferencia, en la permisividad absoluta o en la rigidez sin amor.

¿Qué hacer?

Escuchar más y juzgar menos. Saber qué sienten nuestros hijos es más importante que saber qué calificaciones tienen.

Estar atentos. Conocer sus amistades, sus intereses, sus cambios de humor.

Poner límites con amor. Ser firme no significa ser agresivo; significa proteger.

Educar en valores con el ejemplo. No se puede enseñar respeto si en casa se grita, ni honestidad si se miente delante de ellos.

Buscar ayuda profesional si es necesario. Psicólogos, orientadores o grupos de apoyo pueden ser una herramienta valiosa.

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