A veces estás rodeado de gente, pero te sientes solo.
Ríes, hablas, subes historias… pero por dentro hay un silencio que nadie nota.
Y cuando por fin estás a solas, algo te incomoda. Como si hubiera una voz dentro de ti que no quieres escuchar.
Tal vez es porque, en el fondo, te da miedo encontrarte contigo mismo.
La soledad no siempre es mala.
Es un espejo. Te muestra quién eres cuando nadie más está mirando.
Y sí… a veces duele lo que ves.
Pero también puede sanarte.
No te apresures a llenarte de ruido, distracciones o personas que no te conocen de verdad.
No le temas al silencio.
Ahí, en esa incomodidad, comienza la conversación más importante: la que tienes contigo.
Hay una verdad que muchos callan: puedes tener mil seguidores, estar en mil chats, y aun así sentirte completamente solo.
Y no, no estás exagerando.
No estás loco.
No eres débil.
La soledad es real. Es esa sensación que aparece cuando todo se apaga, cuando dejas el celular, cuando las risas se acaban, cuando ya no hay nadie escribiéndote… y entonces te quedas contigo.
Contigo y con todo lo que llevas dentro.
Lo que duele no es solo estar solo.
Lo que duele es lo que aparece cuando estás solo.
Los pensamientos.
Las dudas.
Las inseguridades.
Ese vacío que nadie ve.
Esa sensación de que no eres suficiente, de que no encajas, de que nadie te entiende de verdad.
Y claro que da miedo.
Porque nadie nos enseña a estar con uno mismo. Todo va tan rápido. Todo el tiempo nos dicen que tenemos que estar bien, que hay que ser felices, productivos, positivos.
Pero… ¿y si no lo estamos?
¿Y si la soledad, en lugar de ser un castigo, fuera una puerta?
Una puerta que te lleva hacia adentro.
Donde empiezas a descubrir quién eres cuando nadie te está mirando.
Donde escuchas tu verdadera voz.
Donde sanas, lloras, te abrazas.
No se trata de romantizar la soledad. Claro que no. Todos necesitamos compañía, conexión, amor.
Pero sí se trata de dejar de huir de esos momentos. Porque cuando siempre te llenas de ruido para no sentir, te estás perdiendo de algo: de ti.
Estar solo no es igual a estar vacío.
A veces es al revés: es el único momento donde empiezas a llenarte de verdad.
Así que si estás pasando por una etapa de soledad, no te castigues.
Escúchate.
Abrázate.
No eres raro por sentirte así.
No estás roto.
Estás vivo. Y estás creciendo.
Y si hoy te duele, está bien.
Respira. No va a durar para siempre.
La soledad, cuando no la peleas, te enseña.
Te fortalece.
Te prepara para algo más grande.
Porque nadie puede acompañarte de verdad, si tú primero no aprendes a acompañarte a ti mismo.